• Me siento orgulloso de los becarios y becarias ya graduados en la universidad que estos se han fajado, han trabajado sin descanso, hasta el límite de sus posibilidades, para que sus hermanas y hermanos del Bajo lempa sufrieran lo menos posible en la catástrofe de la inundación E-12.
• Me siento orgulloso de formar parte de un pueblo sufrido y comprometido con su gente, sus hijos e hijas, sus familias y todos sus habitantes como este del Bajo Lempa.
• Me siento orgulloso de que existan líderes comunitarios de la zona que se penquean, sufren y organizan como ningún otro por el bien de su pueblo.
• Me siento orgulloso de tantos rescatistas voluntarios y de algunas instituciones que han dado ejemplo de servicio sin límites y sin pedir nada a cambio. Más, los contrasto con esos avaros que, por trabajar en alguna institución financiera, se reportan beneficios económicos sustanciales para toda su vida, por no hacer nada extra salvo lo que tenían que hacer, si acaso, y bien retribuidos.
• Me siento orgulloso de las personas mayores, ancianas, que, con una sonrisa triste en su rostro, acompañan a su gente hasta el final sin quejas, con paciencia, con heroísmo sencillo.
• Me siento orgulloso en esta hora de las iglesias que han estado al lado de los sufridos y los pobres, como nuestra iglesia en El Salvador.
• Me siento orgulloso de los funcionarios y funcionarias que han servido a su pueblo estos días de inundaciones más allá de sus obligaciones formales de trabajadores del Estado y lo han acompañado en toda ocasión.
• En fin, me siento orgulloso de formar parte de un pueblo pobre en bienes materiales y rico en sentimientos, humilde y digno a la vez, capaz de los mayores sacrificios por ellos y por su gente sin pedir nada a cambio.
• También me siento feliz de la multiplicación de la solidaridad en la sociedad salvadoreña en medio de tantas penurias e incertidumbres de la vida diaria y de tanta destrucción de la naturaleza por todos lados.
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