La situación de emergencia nacional provocada por las lluvias da pie para muchas reflexiones. Este día, nosotros queremos resaltar tres aspectos. En primer lugar, esta temporada lluviosa nos ha revelado otro rostro de El Salvador. Los medios de comunicación, sobre todo televisivos y escritos, quieren mostrarnos los daños causados por el fenómeno, la fuerza de las crecientes, las evacuaciones, pero de fondo también nos muestran esa realidad que no sale frecuentemente en sus espacios: las precarias viviendas de la zona rural hechas con pedazos de madera, nylon y láminas de zinc; las casitas en la periferia de la zona urbana colgando de barrancos o a orillas de ríos; viviendas que no tienen las mínimas condiciones para desarrollar una vida digna. En su inmensa mayoría, la población afectada por las tormentas vive en condiciones materiales muy precarias durante todos los días del año. Es cierto que la naturaleza a veces es inclemente y no respeta estratos sociales ni espacios geográficos, pero también lo es que los más golpeados por los fenómenos naturales son los más pobres del país. Las grandes lluvias, así como los terremotos, nos dejan ver ese otro El Salvador, distinto de los modernos edificios, de los congestionados bulevares y de los lujosos centros comerciales que suelen exhibirse con equivocado orgullo nacional. El desastre socio-natural que estamos sufriendo nos hace caer en la cuenta de que estos hermanos y hermanas han vivido precariamente toda la vida, y con razón la naturaleza le afecta con mayor dureza.
En segundo lugar, las imágenes y la constante información sobre el sufrimiento de comunidades enteras sacan lo más hondo de la solidaridad que llevamos dentro los y las salvadoreñas. Esa solidaridad que no es la humillante caridad que se ejerce desde arriba, sino, como dijera Eduardo Galeano, la que se manifiesta horizontalmente porque implica un profundo respeto para el que sufre. La emergencia es el momento en el que mucha gente quiere ayudar. Por eso, en estos días, hay centros de acopio por todos lados. Desde las instancias que siempre han apoyado en estas situaciones, como las iglesias, radios comunitarias y clubes de beneficencia, hasta nuevos actores como canales de televisión, bancos, supermercados y partidos políticos, organizan centros de acopio para captar la sincera solidaridad del pueblo salvadoreño. Nos llena de esperanza y alegría ver a no poca gente en todo el país ayudando para aliviar la tristeza y el desamparo de miles de personas.
Sin embargo, nuestra tercera reflexión apunta a que si bien es cierto que la solidaridad en estos momentos es fundamental para el resguardo y alimentación de la población damnificada, los momentos más difíciles para esta gente vienen después de la emergencia. Cuando las lluvias amainen, cuando al calor del sol todos regresemos a las labores cotidianas, cuando las inundaciones y la destrucción dejen de ser la noticia del día, entonces desaparecerán las campañas de solidaridad y los damnificados dejarán los albergues, y volverán a reconstruir sus ranchos arrasados, a constatar sus cosechas perdidas y, en definitiva, a vivir con tanta o mayor vulnerabilidad que antes y conscientes de que dentro de uno o dos años este calvario volverá a repetirse. No pocas veces hemos visto y oído en esta emergencia testimonios de personas que afirman que “ya están acostumbrados” a pasar este sufrimiento todos los años. Y eso duele o debería dolernos tanto como nos duele en estos momentos la situación de emergencia.
Nunca es tarde para comenzar a cambiar las cosas. El pueblo salvadoreño ha mostrado una vez más su mano solidaria. Las autoridades locales y nacionales deben comenzar a trabajar decididamente por hacerle frente a la vulnerabilidad de las comunidades La actitud que el Gobierno, las organizaciones de la sociedad civil y el pueblo salvadoreño han mostrado en esta emergencia debería manifestarse también cuando pase la tempestad natural, porque las comunidades afectadas seguirán siendo presa de la tempestad social que los mantiene en estado de precariedad y vulnerabilidad permanentes.
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