Es miércoles de vacaciones de verano aquí en Centroamérica, en plena Semana Santa. Ayer martes, durante toda la tarde hasta la noche, doscientos treinta hombres y mujeres de todas las comunidades y poblados en quince kilómetros a la redonda de Nueva Esperanza hicieron su correspondiente cola para recibir su salario por el trabajo realizado los días anteriores en los cañales. Este año se prefirió cortar la caña con mano de obra en vez de con máquina, aunque sale algo más cara la producción, para favorecer a la gente de todas las comunidades cercanas. Siento no colocar al lado alguna foto de estos movimientos, pero imagínenlos ustedes.
Hoy, en la tarde, casi en la nochecita, tres enormes rastras cargadas de caña de azúcar hasta los topes salían seguidas, como tres grandes orugas gigantes, procedentes de los cañales de la cooperativa Nueva Esperanza, hacia el ingenio azucarero. Impresiona verlas dar la vuelta en las calles de tierra de la comunidad para tomar el camino hacia un paso abierto en el riito de entrada y salida, fuera del puente, pues no caben por él de grandes que son. Y así salen y regresan vacías a cargar más, pasando por las comunidades cercanas de Ciudad Romero, El Zamorán y Nuevo Amanecer hasta enrumbar para San Marcos Lempa, a 12 km de Nueva Esperanza, y tomar allí la carretera litoral hacia el ingenio. Impresiona ver estos monstruos de la carretera por estos caminos de tierra.
E impresiona más saber que son campesinos quienes asociados en cooperativa y con buenos técnicos de las propias comunidades, y un amigo cubano que ayuda en la coordinación de campo, quienes producen esta maravilla, en plena crisis económica mundial y tras unas superinundaciones como las que tuvimos en octubre pasado, nunca vista en Nueva Esperanza, ni siquiera con el huracán Mitch de 1998, que era nuestra referencia hasta ahora.
Y a continuación, dicen los ingenieros agroecólogos de la comunidad, viene la temporada del maíz de humedad, sembrado tras las lluvias de las inundaciones. Una producción de familias individuales y una producción de la cooperativa, ambas a la vez y con excelente cosecha. Maíz criollo de producción propia y con semilla que se reproduce, y maíz puro de unas variedades proporcionadas por el Ministerio de Agricultura y Ganadería, con valor añadido, o sea, que se vende más caro lo que se produce al propio Ministerio, también válido para la reproducción. Fuera quedan las variedades de la llamada semilla mejorada, vendidas por las empresas agrocomerciales, que son de semilla tratada en sus genes y que no se reproducen, por lo que hay que comprar esa semilla cada año a las empresas que las venden.
En fin, una demostración de que unidos y organizados y con técnicos y con buenas tierra y con la bendición del buen Diosito lindo podemos llevar una vida productiva digna y provechosa para todos nosotros y para otros más.
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